lunes, marzo 12, 2007

La Lista

Aquél no iba a ser un día cualquiera, pero Esther todavía no sospechaba nada. Vivía en la novena planta de un edificio de apartamentos y como cada mañana a las 7:00 ya se encontraba en la ducha. Allí estaba, enjabonando mecánicamente su cuerpo mientras su mente se desperezaba poco a poco. Minutos más tarde salió del baño con el albornoz puesto y se dirigió hacia la ventana del dormitorio. Corrió las cortinas para echar un vistazo, un día perfecto para rodar, pensó. Apoyando su costado sobre el cristal estuvo unos segundos ensimismada observando la ciudad. Hoy no había esa neblina característica que planea sobre las grandes ciudades. Su vista alcanzaba más lejos que nunca, y podía ver nítidamente cómo los edificios recortaban el cielo más allá del río. Dejó de recrearse con esa imagen y se dio la vuelta para encararse hacia el armario. Mientras desplazaba con la mano vestidos y trajes quiso hacer un repaso mental a su agenda del día. Entonces, por un instante, se quedó en blanco. La confusión se desvaneció rápidamente cuando lanzó una mirada al calendario de la mesita de noche y comprendió. Era sábado.

Esther era una persona especialmente organizada y diligente. Quizás por ello, más que por su talento, era directora creativa de una importante agencia de publicidad. Sin duda, el pequeño desliz de esa mañana era algo inusual en ella. Con una amplia sonrisa se dejó caer encima de la cama. Se le acababa de presentar un sábado sin planes, sin citas a las que acudir. Este regalo inesperado no se podía desaprovechar ordenando el piso, llenando la nevera o algo por el estilo; quizás en un sábado habitual hubiera sido una buena idea, pero la ocasión requería algo diferente. Así que, en lugar de ordenar el piso, se le ocurrió “ordenarse a ella misma”. La idea parecía absurda al principio, pero poco a poco cogió fuerza y sentido; su personalidad metódica había dirigido su vida en todas sus facetas, desde el trabajo hasta sus relaciones íntimas, pero… ¿cuál era el verdadero objetivo? Ahora podría enfocar su capacidad de análisis hacia ella misma, un ejercicio de introspección para evaluar su vida, su estado en su entorno, para encontrar sus motivaciones más profundas y poder así, quizás, idear un plan de acción para el futuro. Cierta emoción la invadió. Siempre había pensado que un análisis racional y una acción en consecuencia daban los resultados más óptimos a los que uno podía aspirar. Se incorporó y fue en busca de papel y lápiz.

Un hecho tan simple e inofensivo como olvidarse de que era sábado la había llevado a algo tan trascendental como lo que se proponía. Esa reflexión la hizo sonreír nuevamente y casi soltar una carcajada. Estaba sentada en el sofá con un cigarrillo encendido, el papel y el lápiz enfrente. Todavía no sabía muy bien cómo empezar. Si quieres saber si tu rumbo es el correcto, se dijo, primero debes conocer cuál es el destino. Decidió confeccionar una lista de objetivos, con todo aquello que amaba y ansiaba sinceramente. Pronto se dio cuenta de que sonsacarle a uno mismo la verdad es más difícil de lo que se cree. Hay que enfrentarse a multitud de sutiles engaños a los que el inconsciente nos somete; y para ello, hay que despojarse tanto de la vergüenza como del orgullo. Estuvo largo tiempo luchando contra esos obstáculos con la convicción de estar en el buen camino. Su excitación era creciente.

Miró el reloj del comedor, habían pasado más de dos horas. Después, bajando lentamente la cabeza, miró el papel. En el papel no había nada escrito. Lo arrugó y lo arrojó por la ventana. Luego se tiró tras él, tras nada.

Este pedazo de cuento es de mi amigo Jaume. Un crack. Su anterior cuento aquí. Gracias!

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